Reinaba el caos en mi mundo perfecto.
Había salud, y trabajo, y un gran amor… que nadaban en el absoluto desorden…
Un gran fuego de amor vive preso dentro de la fortaleza de hielo de mi corazón. La llamarada trata de llegar a mis niños pero es demasiado débil cuando, medio apagada, logra salir por las angostas ventanas cubiertas de escarcha…
Así, ellos se revuelven de frio y tratan de no congelarse moviéndose desorientados de un lado a otro e inventando arduas tretas para conquistar la fortaleza… queriendo así, sacar al gran titán de fuego que habita dentro, como preso, mantenerlo en la vida y que un día se despierte su fuerza.
Pero es demasiado grande para ellos, y al no llegarle el gran fuego, parte de sus corazones, todavía tiernos, han comenzado a hacerse sólidos por el hielo.
Ahora ya, será necesario acudir al ermitaño del oráculo para conseguir la fórmula mágica que los haga derretir.
Y aunque ellos consiguieran llegar, no podrían ni así, derretir el corazón de mamá… Pues solo el que recorre el largo camino a la montaña azul y llega al ermitaño del oráculo, podrá conquistar la fortaleza de su propio corazón y derretir su hielo, ya que, la llama que aviva el fuego ardiente, tan fuerte para descongelarlo, solamente puede encenderse… desde dentro…